En recuerdo de Fernando Álamo, que tanto se esforzó
porque se preservara el patrimonio de Arona
Cuando de niños recorríamos los barrancos y lomos del Valle de San Lorenzo con aventureros juegos, cuando trepábamos por las laderas de los Roques de Jama y Vento, subíamos a La Centinela o nos encaramábamos a la Piedra Señora, jamás nuestros inexpertos ojos repararon en los grabados rupestres que estaban ante nuestras narices, ni siquiera cuando nos sentábamos junto a ellos. En realidad, por aquel entonces no se conocía su existencia ni nadie mostraba interés por estos asuntos.